sábado, 28 de diciembre de 2013

Marcus XVI

Marcus me llevo a casa donde me cayó el interrogatorio del siglo. Dónde había estado; qué hacía en casa de un chico; por qué no le había hablado de él; cómo me había hecho las heridas y las típicas tonterías de que debía tener cuidado con lo que hacía.
Subí a mi habitación y miré en calendario de mi escritorio. Mañana era lunes, lo había olvidado por completo. Mis ganas de ir al instituto rozaban el subsuelo. Me puse el pijama y me dejé caer en la cama sucumbiéndome en un profundo sueño...
El despertador sonó más fuerte que nunca o eso me parecía. El dolor de cabeza era insoportable y tenía la cara hinchada, de las lágrimas supongo, porque había vuelto a tener la misma pesadilla. Entré en el cuarto de baño cerrando la puerta con fuerza. El agua fría de la ducha caía sobre mis hombros, lo que me hizo despejarme un poco. Mi cuarto estaba más frío de lo normal. No sabía que ponerme pero me decidí por una blusa y unos vaqueros.
Bajé las escaleras, cogí la mochila, el móvil y cerré la puerta. La brisa de la mañana me daba en la cara. Algo de fresco que duraría poco, en unas horas haría mucho calor.
-¡Alicia!
Me giré y ahí estaba Marcus. Mi Marcus. Corrí hacía él aunque me doliesen los pies y le abracé.
-Hoy te veo más cariñosa que ayer eh...-dijo.
Le besé.
-A Marcus muchos besitos pero a nosotras ni nos recuerdas eh.
-Eso es mentira.-dije mientras abracé a Sara y Ariadna.
La campana.
El día en el instituto se hizo eterno. Estaba cansada. Muy cansada. Sara se venía a mi casa a comer. Necesitaba contarle lo que había pasado, desahogarme con ella. Y eso fue lo que hice cuando llegué a casa.
Sara escuchaba con paciencia todo lo que pasó ayer, sin alegar ningún comentario. Una de sus mayores virtudes era esa, escuchar.
-Entonces, no hiciste nada con él ¿no?-dijo riéndose después de escucharme.
-¡Tía! ¿Eso es lo que te preocupa?-respondí enojada.
-Lo siento, lo siento. Hay que reconocer que todo esto resulta muy raro. Empieza a dar miedo. ¿Qué piensa él?
-¿Marcus? Pues… él no sabe nada. Solo lo de la ventana de ayer. Creo que piensa que fue una simple casualidad.
-Deberías contárselo para ver qué opina.
-¿Y decirle que uno de sus amigos me mandó una nota? Déjalo.
Miré el móvil. Un WhatsApp. “¿Quieres venir a verme al entrenamiento? Es a las seis. Un beso.” Ir a verle sonaba bien, tenía ganas de abrazarle. Él me hacía sentir segura. Sara lo había leído a la vez que yo y levanté la cabeza buscando su afirmación.
-Vamos tonta, te acompaño. –dijo ella.
Pero lo que nos esperaba no sería un entrenamiento normal…

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