sábado, 28 de diciembre de 2013

Marcus VII

Lo de Marcus no me lo esperaba. Pensé que sería otra persona. Había hablado tan poco con él, y habíamos tenido tan poco contacto que era casi imposible que se hubiese fijado en mí. Pero todo esto era cierto aunque aun no me lo creía. 
Después del recreo hablé con Sara, Lydia y Ariadna aunque no les conté nada. No le había contado ni lo de las notitas y era demasiado explicar así que aprovecharía que mañana íbamos a ir a mi casa para contarlo. 
Hoy no iba a salir así que me pasaré el día tranquila en casa o eso es lo que yo pensaba. 
¡Ding, dong, ding, dong!
-Muy buenas pequeña, vengo a recogerte para nuestra primera tarde juntos.
Era Marcus aquel chico que estaba en la puerta era Marcus. Mi Marcus. Mi chico. Porque, ¿era mi chico no? Me acerqué a él y le di un gran beso. 
-Pasa, mis padres no están en casa.-dije al tiempo que él entraba y yo cerraba la puerta.-Pero si quieres que salga, tengo que cambiarme, no voy a salir con estas pintas. 
-Estás preciosa.
Y me dio un suave beso en los labios. 
-Voy a cambiarme anda, ahora bajo. 
Subí arriba y ni si quiera sabía que ponerme. Y es que estaba tan nerviosa, con cada beso, con cada abrazo, con cada caricia me gustaba más. No tenía tiempo de pensar en eso. Él estaba abajo y yo no sabía qué ponerme. Miré el armario. Cogí unos vaqueros ajustados y una blusa negra transparente. Me peiné y me pinté en el menor tiempo que lo había hecho nunca y volvía bajar las escaleras. 
-¿Dónde vamos a ir?-pregunté inquieta. - Es una sorpresa.
-No, venga, dímelo- rogué ensimismada.
-Si te lo digo no es una sorpresa- respondió mientras sacaba la lengua.-¿Nos vamos? 
Dimos un paseo por la ciudad. Aunque anduviesemos por calles llenas de gente parecía que estábamos solos. Cuando su piel rozaba la mía me sentía viva. Me sentía llena. El vacío que antes tenía Marcus lo había llenado y es que hace dos años las cosas no se parecían en nada a como eran ahora. 
Llegamos a un parque alejado de la ciudad. No había nada especial, solo muchas flores y un hermoso paisaje. 
-¿Por qué me has traído aquí?-pregunté intrigada. 
-Calla y espera. 
El parque estaba rodeado de grandes árboles y arbustos. Se paró justo delante de un gran árbol. Y lo rodeó. Atravesamos la maleza y detrás de ella había un laguito rodeado de flores. Era todo tan bonito que parecía sacado de una película.
-Me pareció un sitio bonito para nuestra primera tarde juntos. Es un sitio con mucha historia. 
-Es...es precioso. Nunca había venido aquí. ¿Cómo conociste este sitio?-pregunté asombrada.
-Bueno... Mi madre me traía aquí cuando era pequeño. Hacía mucho que no venía por aquí y pensé que sería un sitio que te gustaría. 
-Es perfecto. 
Nos tumbamos en el césped. Los besos iban y venían sin cesar. Cada vez sentía más por él, cada vez había más pasión, más amor. Cada vez tenía más claro que le quería. Era un chico muy tímido y no tenía prisa. Eso era lo que más me gustaba. Yo podía llevar las riendas a mi antojo con libertad. Sentada encima suya rodeé su cuello con mis manos. Su respiración y la mía estaban agitadas. Metió sus manos por dentro de mi blusa acariciándome la cintura. Pensé que quería llegar a algo más pero aparto sus manos de mi cintura y me separó suavemente. 
-¿Te gusta la nata?
- ¿La nata?-La pregunta me había pillado por sorpresa.-Sí, claro. ¿Por qué? 
Se levantó sin decir nada y desapareció. Regresó a los dos minutos con una mochila. Sacó un bote de nata y una tableta grande de chocolate.
-Ahora vamos a jugar a algo, ¿te parece? 
-Um...Sorpréndeme.
-Verás-dijo al tiempo que se sentaba a mi lado.-Yo voy a llenarte de nata y deberé quitártela con un beso y tú podrás hacer lo mismo. 
-Umm empiezo yo.-dije mientras le quitaba el bote de nata de la mano.
Eché un poco de nata en su cuello y se lo quité con un beso. Él hizo lo mismo en mi nariz. Luego yo en su mejilla, él en mi barbilla, yo en su oreja, él en mi hombro... Y así transcurrió la tarde hasta que se acabó la nata. 
-Ha sido un juego perfecto.-susurré a su oído.
-Ha sido perfecto porque ha sido contigo.-respondió él acariciándome el pelo. 
Algo rompió este mágico momento. El teléfono comenzó a sonar. Marcus se levantó y lo cogió. Parecía que estaba enfadado. El gesto de su cara cambió y en sus ojos se vislumbraba cierta tristeza. 
-Tengo que irme pequeña. 
-Pues me voy contigo. 
-No.. Es que...Tengo mucha prisa de verdad. Prometo llamarte esta noche. Perdóname.
Me dio un beso y se fue. 
No entendía nada. ¿Por qué se había ido? ¿Qué había pasado? ¿Es que no lo estábamos pasando bien?
No podía creerlo. Me levanté del césped y sacudí mis vaqueros. 
Me iba a casa. Después de todo lo vivido hoy volvía a casa sin él. Y seguía sin saber por qué. Iba pensando en lo que podía haber pasado y no volví a la realidad hasta que a la salida del parque choqué con algo que hizo hasta que callese al suelo. Joder vaya culazo. 
-Dios, lo siento, lo siento.
Un chico alto y rubio estaba en cunclillas junto a mí. 
-Perdóname de verdad, ¿estás bien?
-Eh... Sí.-respondí confusa. 
-Lo siento, es que iba con el móvil y no te visto.-se excusó preocupado. 
-No pasa nada. No te preocupes. 
-Soy Javi-se presentó mientras me tendía la mano para ayudar a levantarme. 
-Yo Alicia.
Me levantó con tanta fuerza que sus labios y los míos quedaron a un par de centímetros. Enrojecí y solté su mano. 
-¿Dónde ibas Alicia?-preguntó con una enorme sonrisa. 
Me fijé un poco mejor en él. Era guapísimo. Alto, rubio, de ojos azules como el cielo y tez blanca. Estaba bastante fuerte y se podían notar sus músculos justo debajo de su camiseta.
-Pues... Yo iba a mi casa.-respondí insegura. 
-¿A tu casa? ¿Sola? ¿Está muy lejos? 
- Un poco. Pero no pasa nada. 
-Anda, te acompaño. No tengo nada que hacer y así me aseguro de que no vuelvas a caerte. 
-Que gracioso, pero, ¡si me has tirado!-espeté indignada. 
-Ya, claro, tú qué vas a decir.-dijo al tiempo que me daba un toquecito en la nariz. 
Sonreí, aunque odio que me toquen la nariz; sonreí como una estúpida. Durante el camino de vuelta a mi casa estuvimos hablando como si nos conociésemos desde hace años aunque no había pasado ni una hora. 
- Y está es mi casa. 
-Bonita casa. Como quien vive en ella.
-Uh... Es el piropo más raro que me han echado nunca.-reí a carcajadas y él me sacó la lengua. 
-Pues bueno Alicia, yo me voy, encantado. 
-Encantada.- respondí dándole dos besos. Y es que realmente estaba encantada.
Entré en casa. Mis padres no estaban y en el frigorífico había un posit. 
"Es nuestro aniversario. Estaremos fuera hoy y mañana nos vamos a un hotel. Volveremos tarde esta noche. No nos esperes despierta. Te queremos cariño.PD:danos un toque cuando llegues."
Mis padres como siempre, dejándome sola. Cogí el teléfono y les di un toque para que estuviesen tranquilos. Esta era su noche y debían disfrutarla. 
Necesitaba cambiarme y echar mis vaqueros que se habían puesto verdosos a lavar. Los bolsillos. Casi siempre tengo algo en los bolsillos y luego en la lavadora se me estropean. En el bolsillo de delante había un par de monedas de veinte céntimos y dos papeles de caramelos. En el de atrás nunca llevo nada, pero esta vez encuentro una notita doblada. 
¿Otra nota? No puedo creerlo. Este Marcus es de romántico...
Despliego la nota y leo "Las casualidades no existen." La caligrafía es parecida a la de Marcus pero es un mensaje raro. Un olor extraño llega hasta mí. Me acercó la nota a la nariz. Inconfundible. Esta nota olía a "One Million" igual que aquel chico.

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