sábado, 28 de diciembre de 2013

Marcus IX

Cerré la puerta con cuidado. Entré en el salón. Ariadna y Sara me miraron. En una mano sostenía la cajita y en la otra la nota con la piedra. Instantáneamente las tres miramos primero la caja, luego la nota y la caja de nuevo. Después me miraron a mí. 
-No me preguntéis porque no tengo ni idea de lo que ha pasado.-respondí sin que ni siquiera me preguntasen.
Les conté como había sucedido todo y escucharon atentas. Al terminar, rieron a carcajadas. 
-Chica tu vida últimamente parece sacada de una película.-dijo Sara volviendo a reír. 
- Pues yo no me río eh. Me da muy mal rollo. Que sabe donde vivo. 
-Bueno, bueno. Tranquila. ¿Te suena al caja? ¿La has visto antes?-preguntó Ariadna con el fin de intentar averiguar por qué me había dado esa caja. 
-Sí, la verdad es que sí. Me resulta muy familiar. Pero no sé por qué, no recuerdo dónde la he podido ver antes. 
-Bueno, pues tenemos dos conclusiones. Una, tienes muchos pretendientes. Dos, todos son demasiado misteriosos. 
Y ahora si que reímos todas, porque era cierto. Marcus, con las notitas, y ahora este, que suponía que era Javi, con la cajita y más notitas. 
-¿Y qué vas a hacer?-preguntó Sara
-¿Que qué voy a hacer?-miré hacía arriba buscando una respuesta.- Pues nada, cerrar con llave esta noche y llamar a la policía si veo una mínima sombra. 
-¡Exagerada!-chilló Ariadna mientras reía.-Ni que fuese a violarte alguien. 
-Pues a lo mejor, quién sabe.
-Claro Ali, claro. ¿No crees que demasiado misterio para eso?
-Pues...un poco la verdad.
-No le des más vueltas, ya aparecerá tu otro chico de las notitas.
Intentaba no darle más vueltas, pero era imposible. Esa cajita me resultaba muy familiar, aunque no sabía exactamente por qué. Y desde ayer había pensado más en Javi que en Marcus y eso también me preocupaba. Yo quería a Marcus, pero Javi no salía de mi cabeza y no entendía el motivo. “Solo me había acompañado a casa, solo eso” me repetía a mí misma una y otra vez. Pero quizás...
¡Ring! ¡Ring! 
El teléfono me sacó de mis pensamientos. 
-¿Si?
-Hola cariño, soy mamá. 
-Ah, hola mamá, ¿cómo estáis? ¿qué tal os lo estáis pasando?
-Todo va muy bien princesa-respondió mi padre.-¿Te importa quedarte sola este fin de semana?
-Ya lo daba por hecho papi, no os preocupéis. Vosotros pasároslo bien, y acordaros de mí. 
-Muchas gracias cielo. Ten cuidado y no lleves a mucha gente a casa. Hay comida en la nevera y dinero en el cajón de la entrada por si lo necesitas. No llegues muy tarde, ten cuidado, no hables con descono...
-Descuida mamá, descuida que ya soy mayorcita, y yo nunca hablo con desconocidos.
-¡Noooooo!-encalmaron Ari y Sara a la vez. 
-No les eches cuenta mamá. Te dejo que vamos a comer, un beso.
Colgué antes de que me preguntase nada. Otro fin de semana sola. Qué sorpresa. 
-Ya deberías estar acostumbrada Alicia...
-Lo sé pero...
-Dales tiempo. Es lo que ahora necesitan.
Sara se acercó a mí y es que había notado que aunque no dijese nada, eran mis padres y les echaba de menos. 
-Bueno, bueno, se acabaron las penas.-dijo Ari sonriendo.-¿Qué vamos a hacer ahora?
-Pues vamos a llamar a Lydia y a Carla y comemos aquí todas, ¿os parece? 
-Con una condición, promete que nos vas a hacer pasta. 
-Prometido.

La tarde transcurrió con normalidad. Carla y Lydia llegaron sobre las tres y la comida ya estaba hecha. Después de comer les conté lo que había pasado con Marcus, lo de la tarde en el parque y lo de ese chico, Javi. Y estuvieron toda la tarde comentando sobre eso. Esta noche iban a quedarse a dormir aquí, como casi siempre. Así que se fueron a por sus pijamas y me dejaron sola. 
Me senté en el sofá y podía escuchar incluso los latidos de mi corazón. “Una casa demasiado grande para vivir sola” pensé mientras me levantaba del sofá. Tampoco tardaron mucho en llegar pero los minutos se me hicieron eternos. Solo falta Lydia que era la que vivía más lejos. Así que aprovechamos para informar a Carla mientras sobre lo que habíamos hablado, pero el timbre interrumpió nuestra conversación. 
Fui a abrir pensando que era Lydia pero a quien me encontré en la puerta era un chico. Un chico moreno, alto y también muy guapo. Extendió la mano para darme una cajita. Otra cajita exactamente igual a la que había aparecido antes en mi puerta. Luego me miró a los ojos, sonrió y se fue. Otro chico que tenía una sonrisa perfecta. 
Abrí lentamente la cajita aun fuera y en su interior había una canica azul cielo. Otra canica que me resultaba familiar. La examiné entre mis dedos durante unos segundos hasta que me percaté que en el fondo de la caja había una pegatina pegada “Las casualidades no existen” la despegué con cuidado y en el fondo de madera se podía leer “Siempre”. 
Ahora si que de verdad, no entendía nada de lo que estaba pasando.

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